Se ha construido una carretera que costó 40 millones de dólares para llegar a Lliquimuni, donde el consorcio YPFB y PDVSA, creado por Hugo Chávez y Evo Morales, debía descubrir petróleo y convertir a La Paz en una potencia.
Los propios profesionales que trabajaron en la obra dicen que la carretera tuvo un costo sobredimensionado, pero explican que todo fue atribuido a los apuros con que se requerían los resultados cuando se acercaba alguna elección.
Desde 2006 se prometen anuncios sobre el “inminente” descubrimiento de petróleo y gas en esa región, pero después de cada promesa de anuncio sólo se produce silencio, nada de petróleo ni de gas.
Ahora estamos viviendo otro momento de mutismo. La euforia con que habla el presidente, lanzado a su prematura candidatura para 2019, se vuelve silencio cuando debería hablar de Lliquimuni.
Lo que pasó hasta ahora en ese lugar adonde se llevó un equipo de perforación por el que YPFB paga un alquiler muy alto por cada día de uso, es que se alcanzó los 4.000 metros de profundidad, como estaba planeado.
Desde esas profundidades no salió ni siquiera eco, y mucho menos petróleo y gas.
Entonces, los expertos chavistas y masistas, después de sesudas meditaciones decidieron que la perforación debía llegar hasta los 4.800 metros.
La nueva meta fue alcanzada con mucho empeño y muchísimos más dólares, pero nada. Ni un suspiro salió de esas formaciones geológicas a las que había llegado el esforzado trépano.
Ahora, cuando el presupuesto ha pasado los 500 millones de dólares, la orden es seguir empujando, por lo menos hasta los 5.300 metros. Es decisivo que La Paz se convierta en departamento productor de petróleo.
La campaña del señor Presidente requiere ahora de ese milagro, pero no hay esperanzas de que se encuentre algún anticlinal, como dicen los geólogos, que haya capturado petróleo y gas en las entrañas más íntimas de La Paz.
La urgencia se presenta en un mal moment en el que los precios internacionales no ayudan para alentar a los inversionistas.
Si las urgencias políticas no hubieran sido tan exigentes, YPFB hubiera podido informar al improvisado consorcio Petroandina que en el siglo pasado hizo perforaciones en esa zona pero que no encontró nada. Ni siquiera los neoliberales encontraron petróleo en Lliquimuni.
Si hubieran meditado un poco, YPFB podía haber contado con esos 500 millones para exploración sin necesidad de que el gobierno se apropie de otro porcentaje del IDH de las regiones y las universidades.
Siempre ha resultado muy inconveniente mezclar política con industria petrolera. Si no, veamos el desastre que es ahora Venezuela.
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