domingo, 3 de enero de 2016

El gas natural y la COP21

A nuestro parecer, las declaraciones escuchadas y los acuerdos pactados en la COP21 hicieron muy poca referencia y mención al rol que debe jugar el gas natural.

Este combustible fósil, sin lugar a ninguna vacilación, es el energético que podría hacer que se plasmen los arreglos vinculantes pactados en París. Expliquemos por qué.

A finales de este 2015 (porcentajes más porcentajes menos para un simple entendimiento del tema), la matriz energética mundial está compuesta de 30% carbón, 30% petróleo, 25% gas natural y un 15% de otras energías, principalmente las consideradas limpias y renovables (hidro, solar, eólica, etcétera).

¿Reemplazar a los tres energéticos fósiles (carbón, petróleo y gas natural) que componen cerca del 85% de la matriz energética global? Imposible con tecnología actual y con recursos energéticos alternativos existentes que son intermitentes y aún bastante costosos.

De los tres combustibles fósiles aludidos, de lejos el gas natural es el que menos emisiones provoca para reducir el calentamiento global que tanto nos preocupa. Las emisiones del gas natural son menores en 40 a 50% con respecto al carbón, y 25% a 30% con respecto al petróleo y sus derivados. Por lo tanto, las políticas públicas de los países que firmaron los acuerdos vinculantes deberían estar orientadas a reemplazar masivamente el carbón y también el petróleo por gas natural. Lo anterior, para reducir emisiones y llegar al objetivo de elevar la temperatura en menos de dos grados centígrados.

Profundicemos sobre la abundancia del gas natural. Es imprescindible energía abundante (almacenable y no intermitente) para sostener la demanda energética del planeta en el largo plazo y, por ende, detonar mayor crecimiento económico y sacar de la pobreza a millones de habitantes. Como veremos a continuación, el gas natural tiene esta condición de abundancia.

Existen cerca a 6.550 trillones de pies cúbicos (TPC o TCF, en inglés) de reservas de gas natural convencional que nos dan, aproximadamente, unos 55 años de vida al ritmo de consumo actual. El reciente quiebre tecnológico del shale gas nos da otros 7.300 TPC, que añade otros 61 años. En total, disponemos de 116 años y por supuesto que existen más recursos convencionales y de shale gas que pueden descubrirse más adelante.
Si a estas cifras le añadimos enormes cantidades de hidratos de metano (gas natural) que existen en las costas del planeta y que aún no tienen tecnología para desarrollarse comercialmente, podemos estar más que seguros de que el gas natural es el energético que tenemos disponible para: emitir menos a la atmósfera y seguir creciendo. Es, sin ningún titubeo, el energético que tenemos a mano para la transición a otras fuentes de energía abundantes y más limpias que se desarrollarán en el futuro.

Podemos añadir una serie de otras virtudes y ventajas que tiene el gas natural: eficiencia en su combustión en plantas de ciclo combinado para generar energía eléctrica (cerca a 70% versus 35% de otras fuentes fósiles), su menor grado de desgaste cuando se usa en motores y maquinaria, etcétera. Lo transcendental es que el gas natural sirve de respaldo a energías intermitentes como la hidro, solar y eólica, que también necesitan impulsarse para llegar a los objetivos trazados en la COP21.

Los países que han estampado este acuerdo, para cumplir, tendrán que fomentar políticas públicas que favorezcan nuevos usos del gas natural y estrategias para reemplazar y frenar el avance del carbón en la generación de energía eléctrica y petróleo en el segmento de transporte.

Más vehículos con energía eléctrica en base a gas natural y más vehículos con gas natural licuado (GNL) o gas natural comprimido (GNC) son las políticas que deberían fomentarse desde los distintos países.

Las políticas públicas y los recursos económicos orientados a investigación y desarrollo científico en transporte y distribución de gas natural serán necesarios. Necesitamos sistemas menos costosos y más eficientes de gasoductos, pero, sobre todo, de GNL "grande y pequeño tipo modular” que nos permitan llegar a muchos más lugares y usuarios y, sobre todo, mas económicamente.

Los países tendrán que estimular a la comunidad científica y a universidades para optar por mejoras tecnológicas en aplicaciones de transporte, almacenaje y usos del gas natural. Por ejemplo, apuntalar sistemas de bunkering en puertos para barcos funcionando con GNL, en aeropuertos para aviones que operen con GNL, maquinaria pesada con GNL en lugar de diésel oil, etcétera.

Las cartas están ya sobre la mesa. Creemos que América Latina puede tomar ventaja de los recursos económicos que estarán disponibles para girar más hacia el gas natural y otras energías alternativas renovables como la hidroelectricidad principalmente, y dejar atrás paulatinamente los más contaminantes, carbón y petróleo. Después de la COP21, el gas natural se consolida como el energético del siglo XXI y habrá que tomar liderazgos y estrategias para impulsar su demanda y utilización aún más. Está en nuestras manos el hacerlo.

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