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En 2003, el entonces presidente de Venezuela, Hugo Chávez, despidió a más de 18.000 empleados, casi la mitad de la fuerza laboral, de la corporación petrolera estatal, Petróleos de Venezuela (Pdvsa). Su delito fue haber participado en una huelga convocada en protesta por la politización de la compañía. Su castigo fue ser excluidos de los empleos no solo en Pdvsa sino también en cualquier compañía que hiciera negocios con la empresa petrolera.
El hacha cayó pesadamente sobre gerentes y técnicos. Se piensa que alrededor del 80% del personal en Intevep, la subsidiaria de investigación de Pdvsa, se unió a la huelga. De un plumazo, Venezuela perdió a todo su círculo intelectual petrolero.
Fue un golpe del cual Pdvsa nunca se recuperó. La producción petrolera de la empresa ha estado estancada desde entonces, pese a un gran aumento en los precios. Se puede culpar en parte a la crisis financiera, así como a la mala administración económica de Chávez y, desde el año pasado, de su sucesor, el presidente Nicolás Maduro. Sin embargo, la pérdida de personal calificado fue una desventaja enorme, pues perjudicó a la exploración y la administración.
El Centro para la Orientación Energética, una ONG venezolana, dice que el número de lesiones incapacitantes debido a accidentes en Pdvsa aumentó de 1,8 por millón de horas-hombre a 6,2 en 2012. En Pemex, la empresa petrolera estatal de México, la tasa fue de 0,6 en 2012.
Otros ganaron
La pérdida de Venezuela fue la ganancia de otros, no todos los exempleados de Pdvsa se quedaron en la industria petrolera. Una minoría eligió quedarse en Venezuela, pero miles viajaron al extranjero: a Estados Unidos, México y el Golfo Pérsico, y a lugares distantes como Kazajistán y Malasia.
Muchos se dirigieron a Alberta, Canadá, donde las arenas bituminosas producen un residuo que es similar al petróleo pesado del cinturón del Orinoco, el cual Venezuela lucha por desarrollar.
Había 465 venezolanos en Alberta en 2001, pero para 2011 había 3.860.
Pedro Pereira, quien alguna vez dirigió la investigación de Pdvsa sobre el procesamiento de petróleo crudo extra-pesado, llegó a Canadá para establecer un equipo de investigación similar en la Universidad de Calgary en Alberta.
Su trabajo se enfoca en invertir y patentar nuevas tecnologías para procesar el crudo de Alberta. Tres docenas de venezolanos han pasado por el centro en Calgary desde su nacimiento, alrededor de dos tercios de ellos como resultado directo de la purga de 2003. Todos han ido a trabajar en la industria petrolera canadiense.
Sin embargo, ningún país se ha beneficiado más del éxodo venezolano que el vecino. La producción petrolera de Colombia estaba declinando en el momento de la purga, cayendo de 687.000 barriles diarios en 2000 a 526.000, cinco años después. Hoy la producción diaria promedio se sitúa en alrededor de un millón de barriles diarios. Mucho de este renacimiento es gracias a los venezolanos.
Exejecutivos de Pdvsa habían estado dirigiéndose a Colombia incluso antes de la purga. Luis Giusti, un expresidente de la empresa que renunció tan pronto como Chávez llegó al poder en 1999, ayudó al Gobierno colombiano a rediseñar sus políticas energéticas. Sin embargo, fue la afluencia posterior a 2003 lo que revolucionó a la industria de la nación y a la empresa petrolera estatal, Ecopetrol.
Repentinamente, dice Alejandro Martínez de la Asociación Petrolera Colombiana, “Colombia estaba llena de verdaderos petroleros”.
Los venezolanos tenían años de experiencia, muchos de ellos pasados en el extranjero. Tenían una excelente herencia técnica: Pdvsa se creó a mediados de los años 70 cuando las subsidiarias locales de empresas sofisticadas como Exxon y Royal Dutch Shell fueron nacionalizadas.
También estaban acostumbrados a pensar en grande. “No se intimidaban ante proyectos que necesitaban 2.000 millones de dólares en inversión, cuando, para Ecopetrol, 50 millones de dólares era mucho”, dice Martínez.
En 2007, Ronald Pantin, expresidente de Pdvsa Services, se unió a varios socios para comprar Meta Petroleum de Colombia. Meta operaba el Campo Rubiales en el centro de Colombia, del cual los operadores apenas extraían 14.000 barriles diarios.
Ahora es el campo de producción petrolera más grande del país, y Pacific Rubiales Energy, dueño de Meta, es el mayor productor petrolero independiente en Colombia.
Humberto Calderón, ex ministro venezolano del petróleo, fundó Vetra en 2003. Hoy, esta y Meta representan más de una cuarta parte de la producción del país.
Colombia se benefició
Sin el aporte de los venezolanos “no hay manera de que Colombia hubiera podido duplicar su producción en tan corto tiempo”, dice Carlos Alberto López, un analista energético.
Fue una “coincidencia extraordinaria”, añade, que Colombia llevara a cabo sus reformas mientras los gerentes de Pdvsa estaban siendo destituidos, los precios del petróleo estaban aumentando y las áreas, alguna vez bajo control guerrillero, se estuvieran volviendo más seguras. “El momento no pudo haber sido más oportuno”, dice López.
Las perspectivas para atraer de vuelta a la diáspora a Venezuela son malas. Los expatriados han echado raíces profundas en el extranjero, y la situación en su país sigue siendo caótica.
La meta de Pdvsa es que el cinturón del Orinoco esté produciendo 4,6 millones de barriles diarios para 2019. Sin embargo, el petróleo es difícil de refinar, y la enorme inversión requerida es dificultada por la insistencia del Gobierno en sobrevaluar al bolívar. Hasta ahora, Pdvsa no ha cumplido ninguna de sus metas intermedias para el Orinoco. Para fines de 2013, había alcanzado solo 1,2 millones de barriles diarios, comparado con una cifra planeada de 1,5 millones.
Se dice que soldadores, electricistas y operadores de máquinas ganan tres veces más ayudando en la expansión de la refinería de Ecopetrol en Cartagena que en Venezuela, según El
Nacional, un diario venezolano.
Una clasificación publicada por Hays Oil and Gas, una agencia de reclutamiento, situó el salario anual promedio para los profesionales de la industria petrolera en Colombia en 100.300 dólares. En Venezuela es de 50.000 dólares.
Desde Calgary, Pereira dice que está viendo una ‘segunda ola’ de emigración que comenzó hace un par de años, una ola de profesionales jóvenes, con cinco o seis años de experiencia.
“Tan pronto como obtienen algún conocimiento significativo, parten”, dice. “La compañía, y el país, se encaminan al desastre”
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