En el trópico cochabambino, los vehículos indocumentados no sólo son adquiridos para uso personal o trabajar en el transporte público, como aseguran sus dueños, sino también para revender la gasolina en lugares alejados, donde el combustible se comercia hasta tres veces por encima de su precio, según datos recogidos por este medio en la feria de Ivirgarzama del domingo pasado.
Según contó Ramiro (nombre ficticio), a estos vehículos les llaman “cisterneros” y el modelo predilecto es el Ipsum porque tiene tanques grandes en los que se puede comprar entre 200 y 300 litros de gasolina. Para evitar la desconfianza en los surtidores, adquieren el combustible en más de uno. Cuando se le consultó si tenía algún problema a la hora de comprar la gasolina en los surtidores dijo que no. “Como tengo mi B-Sisa, no me dicen nada, me venden nomás”.
Ramiro contó que, hace seis años, trajo para él, de Iquique un Ipsum modelo 1997 en 3 mil dólares. Fue su primer “chuto” y recordó que lo hizo llegar hasta el trópico por lo que él denomina “caminos seguros”. Este tipo de vehículos, junto a los Toyota Corolla, modelos antes de 1995, son los más utilizados como “cisterneros” porque “son de batalla, todo terreno”.
A pesar de un silencio incómodo ante la consulta sobre las rutas que usan, contó que son muchos los senderos empedrados y hasta peligrosos para quien no conoce del negocio.
Contó que, actualmente, trae entre 15 a 20 vehículos indocumentados, dependiendo de las fechas y que antes de las vacaciones de invierno y cerca de Año Nuevo, el negocio es más lucrativo.
Sobre cómo se hace para cruzar las trancas en el trópico, evitó responder y más bien aprovechó para contar que es una actividad “de lo más normal” ser “chutero” en el Chapare, porque además se puede combinar con ser “cisternero”. Por eso, para ganar un “poquito más” decidió dar a sus sobrinos un par de “chutos” para hacerlos trabajar como “cisterneros”.
“¿Quieres saber si gano bien? (se ríe). A ver, el litro es 10 (bolivianos), eso dan los flacos (sus sobrinos), el doble o hasta el triple…más lejos, más caro”, dijo.
Durante la visita a la denominada “autoventa” de Ivirgarzama, varios lugareños consultados sobre si conocían a los “cisterneros”, mostraron algo de recelo y guardaron silencio.
“Me han dicho que contrabandean gasolina los cisterneros”, pregunta la periodista, a lo que E.C.R. respondió: “Eso piensan ustedes (personas de la ciudad), es un trabajo más, ¿qué tiene de malo?, yo llevo nomás gasolina. Otra cosa es los que tienen negocios con los polis (la Policía)”. Opinión que refleja que la venta de “chutos” y el contrabando de gasolina son actividades que son vistas como un oficio más en el Chapare.
“¿Quieres saber de los cisterneros?, ¿cómo sabes eso?, ¿quién te dijo?”, interrogó un afiliado a las Seis Federaciones del Trópico de Cochabamba que pidió no ser identificado. Tras la insistencia de la periodista, al final contestó entre risas: “No puedo decir nada pues, nove que soy masista”.
Según la fuente, en el Chapare, los dirigentes cocaleros y los alcaldes saben de las actividades ilegales, pero todos se cuidan entre sí. “Eso y más hay aquí, están hasta los mochileros”, dijo, y contó que son personas que transportan gasolina en bidones o botellas dentro de sus mochilas para vender al doble de precio en sectores rurales.
Este medio se comunicó con el director ejecutivo de la Agencia Nacional de Hidrocarburos (ANH), Gary Medrano, quien dijo que no daría “ninguna declaración a la prensa”, respecto a la venta de gasolina a vehículos indocumentados que tienen la etiqueta del B- Sisa en el trópico.
También en la ciudad
Ramiro contó que el negocio de los “chutos” no sólo está en el trópico o en provincias alejadas. Aseguró que en la feria de la Av. Beijing también se los puede encontrar.
“Basta con ver los autos que llegan por detrás del Calvario de Urkupiña” dijo, haciendo referencia a que es una de las rutas de llegada de los “chuteros”.
Según otros “chuteros”, los autos que no fueron vendidos en los días de feria en el Chapare son guardados en las sendas, lugares alejados de la urbe. Mientras que en la ciudad, similar panorama se repite en el sector de la Maica y sus alrededores.
“La cosa es ganar como se pueda, no es fácil meter tantos autos. Hay que buscar grúas, viajar harto, hacer amigos en todo lado, son pues años de sacrificio”, dijo Ramiro.
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