domingo, 19 de junio de 2016

Los vaivenes del mercado argentino para el gas boliviano


Las noticias provenientes de Argentina sorprendieron. De acuerdo con la reguladora estatal Enargas, el país vecino ha ingresado a una etapa de racionamiento del gas natural para las industrias, con el fin de no limitar el carburante para los hogares y los centros de salud, en un período caracterizado por las bajas temperaturas.

Según Enargas, la falta del energético se debe a que ha caído el volumen de gas importado de Bolivia. YPFB ha informado, dijo la reguladora, que reducirá el envío, correspondiente al contrato binacional de compraventa, en cinco millones de metros cúbicos al día (MMmcd), porque debe privilegiar el acuerdo con Brasil.

Aunque las autoridades no precisaron las cifras, el contrato de largo plazo estipula que a partir de mayo de 2016 el volumen enviado responde a un rango de entre 19 MMmcd, como mínimo, y 23 MMmcd, como máximo. El recorte anunciado por YPFB equivale al 26%. Ante la emergencia, Argentina se ha visto obligada a comprar gas de Chile, que a su vez lo adquiere bajo la forma de Gas Natural Licuado del mercado spot o de barcos metaneros, aunque a un mayor precio que el establecido en el contrato binacional, lo cual ha desatado críticas al gobierno del presidente Mauricio Macri.

La respuesta del ministro argentino de Energía, Juan José Aranguren, a la crítica sobre la diferencia de precios entre el gas chileno y el boliviano ha sido interesante: dijo que no se puede comparar el precio de lo que hay y está disponible –el gas chileno- con lo que simplemente no hay.

En el país, la noticia ha reactualizado la polémica previa a la firma del contrato con Argentina, en 2007, sobre si las reservas y la producción actual de gas son suficientes para abastecer la demanda global del energético.

El mercado argentino
La firma del contrato de compraventa con Argentina, con una duración de 20 años, no era una mala noticia, aunque surgieron voces en sentido de que se trataba de un acuerdo más político que técnico, precisamente porque las reservas probadas no eran suficientes para satisfacer simultáneamente los volúmenes demandados por los dos grandes mercados de la región.

Pero el incumplimiento es de ambos lados de la frontera. Y tienen que ver con los volúmenes entregados menores que los establecidos, la demora en los pagos de la factura trimestral y los retrasos en el tendido del Gasoducto del Noreste Argentino, el GNEA, que según un estudio del gobierno argentino, según se conoció esta semana, no tiene ni estudio de factibilidad; el GNEA es clave para el contrato de compraventa, aunque hasta 26 MMmcd del energético nacional pueden llegar a ese mercado mediante el gasoducto de la Transportadora de Gas del Norte.

Según el exministro de Hidrocarburos, Guillermo Torres, entrevistado por Página Siete, el GNEA nunca avanzó por una suerte de suspicacia en las reservas probadas del país. Lo que da pábulo a pensar que los argentinos no invertirán en un millonario tubo que no tiene un volumen seguro de carburante para transportar y que si bien, como en todo contrato, está comprometida la voluntad de cumplirlo también hubo algo de cálculo "político”.

El desaparecido presidente argentino Néstor Kirchner, después de la "nacionalización” de los hidrocarburos del 1 de mayo de 2006 y antes de la firma del contrato de compraventa, pidió a Evo que si las transnacionales petroleras no invertían en Bolivia, alzara el teléfono para que la estatal Enarsa comenzara a explorar y producir gas en Campo Margarita, que envía todo el energético extraído al país vecino.

Según un documento de balance del gobierno argentino, la estatal Enarsa dejó de pagar las facturas trimestrales en julio de 2015; en diciembre de ese año la deuda por el gas importado llegaba a 377 millones de dólares. Sin embargo, todo se puso al día, según YPFB, en marzo de este año.

Menos gas
El Estado, para cumplir con sus dos principales contratos y la demanda del mercado interno, actúa como un equilibrista. Ya no es un secreto que si Brasil y Argentina demandaran el volumen máximo de cada contrato – 30 MMmcd y 27 MMmcd, respectivamente- no habría modo de cumplir y menos si se agregara el energético que precisan las termoeléctricas, las industrias y las redes de gas domiciliario del país.

En las nominaciones o programación de la demanda, se sisa a Brasil, si pide menos debido a la mayor actividad de sus hidroeléctricas, para aumentar la corriente de exportación a Argentina aunque sea temporalmente, pero muy raras veces ocurre lo contrario; el primer contrato se cumple religiosamente. Es raro que en el mundo empresarial se pacte la venta de lo que no se tiene, pero puede que sea posible para los políticos.

El problema de fondo es el de siempre: hace falta descubrir –o probar, en el argot petrolero- reservas en un país que no da señales contundentes de seguridad jurídica. La situación podría cambiar con una modificación constitucional, pero esto tendría un alto costo político que al parecer nadie está dispuesto a asumir.

Lo nuevo es que, según un reporte de la Gobernación de Tarija, el megacampo San Alberto ha comenzado a declinar. Hace tres años entregaba 12 MMmcd y hoy sólo 6 MMmcd. Por supuesto que hay un factor de agotamiento, lo cual es natural y comprensible, y otro de sobreproducción, según expertos, que es más bien el resultado de lo que no hace un buen lechero: producir más leche con el mismo número de vacas. En este caso, tres "vacas”: Sábalo (San Antonio), San Alberto y Margarita.

El panorama se complica más si se considera la inminente negociación de un nuevo contrato con Brasil y la puesta en marcha de las dos plantas petroquímicas.

En suma, Bolivia necesita producir más gas, pero hasta ahora no lo ha logrado. ¿Tendrá éxito hasta 2019?

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