Bolivia no está aislada del mundo en el desarrollo de biocombustibles. El ingenio azucarero Guabirá, ubicado en Santa Cruz, produce etanol (alcohol) que va a Japón, pero lo manda como materia prima y no como carburante para vehículos pues en el país no existe fomento a esta industria.
El etanol es un alcohol líquido compuesto por carbono, hidrógeno y oxígeno producto de la fermentación de la caña de azúcar o de almidón convertido en azúcar. Después de un proceso químico, éste puede ser usado como carburante para autos (bioetanol) en combinación o en sustitución de la gasolina.
Guabirá tiene una planta con una capacidad de molienda de alrededor de 7.500 toneladas de caña por día (TCD), de las que extrae la melaza (parte dulce del azúcar) y la convierte en alcohol.
Esa firma es reconocida en Sao Paulo y se la ve como una de las que pueden empujar la industria del bioetanol en Bolivia, que tiene tradición gasífera pues posee las segundas mayores reservas de la región tras Venezuela.
Rodrigo de Campos, consultor de la empresa Engeharia e Sistemas y ex técnico de la firma Dedini, una de las compañías brasileñas más importantes del rubro, aseguró que el hecho de que Guabirá ya produzca etanol y lo envíe como materia prima a Japón demuestra que Bolivia está a un paso de entrar en el negocio de los biocombustibles a partir de la caña de azúcar y que sólo falta una decisión política para que pueda invertir más y transformar el alcohol en ese carburante.
Ese componente varía según su uso. El alcohol de las bebidas tiene una concentración de 40 grados Gay Lussac (G.L); el de combustible, 96 grados, y el anhidro, que es el que se mezcla con la gasolina, tiene 99 grados.
Los ingenios azucareros Unagro y San Aurelio de Santa Cruz también están encaminados en la producción de alcoholes a partir de la caña de azúcar. “Las empresas están apostando por esto, ya que el etanol —explicó De Campos— es algo que completa la operación de los ingenios, porque del proceso de azúcar queda un residuo (melasa) que puede servir tanto a la industria licorera como a la etanolera de combustible”.
Según el experto, el bioetanol tiene un mayor rendimiento si es que es producido a partir de la caña de azúcar, aunque también puede ser obtenido del maíz, el trigo y la yuca. En el caso de Brasil, por ejemplo, un litro de alcohol de caña vale 27 centavos de dólar, mientras que el de maíz cuesta 40 centavos de dólar.
La caña se siembra una vez y se cosecha hasta cinco veces antes de volver a sembrar. En cambio, el sorgo, por ejemplo, obtiene un rendimiento de dos a tres veces, lo que encarece los costos.
De acuerdo con datos de la empresa Dedini, sembrar caña de azúcar cuesta entre mil y 3.000 dólares, dependiendo de la técnica, la necesidad de fertilización y el manejo de suelos.
Thiago Romanelli, profesor del Departamento de Energía Rural de la Universidad de Sao Paulo y miembro del Polo Nacional de Biocombustibles, dijo que de implementarse esa tecnología en Bolivia, el costo del litro del bioetanol sería aproximadamente la mitad de la gasolina, que hoy vale 3,74 bolivianos. En Brasil, por ejemplo, la gasolina vale 2,50 reales el litro; el bioetanol, 1,20.
Seguridad alimentaria
De Campos complementó que una de las formas de aplicar ese modelo sin que afecte la seguridad alimentaria de Bolivia es optimizando las hectáreas agrícolas. Por ejemplo, en lugar de tener una cabeza de ganado por hectárea, destinar el espacio a tres o cuatro reses, que es lo que hacen otros países, para que el resto del terreno sea usado en otros cultivos como la caña.
“En Bolivia hay regiones donde hay cultivos de comida y ésos deben permanecer, no se los debe tocar; pero hay regiones que son vírgenes de agricultura. Allí se deben implementar estudios económicos (para esta industria)”.
Julio Berdegué, representante principal del Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural (Rimisp), dijo que la crisis alimentaria no es producto exclusivamente de los biocombustibles, sino del aumento del consumo de los alimentos. “La gente está comiendo más que antes, además a eso se suma la elevación del precio del petróleo que está encareciendo los insumos agrícolas”. La semana pasada, el barril de crudo tocó un máximo histórico de 140 dólares.
Según De Campos, mientras ese insumo siga alto, los fertilizantes también subirán, lo mismo que el diésel que es fundamental para el agro.
Brasil instaló 386 plantas para biocombustibles
Son las 14.30. El sol quema en la región de Piracicaba, ubicada en el municipio de Sao Paulo en Brasil.
Alrededor de 10 camiones grandes están estacionados en el ingreso de la empresa Cosat, la mayor productora de etanol de ese país. Cada uno traslada 24.000 toneladas de caña de azúcar, producida por pequeños productores, y espera su turno para el pesaje.
Luego, esa materia prima pasa a una máquina que extrae el jugo a la caña y se separa el bagazo (el residuo sólido) que se usa para producir la electricidad en la planta. Los obreros trabajan callados. No tienen permiso de hablar con los visitantes, pero el sudor que resplandece en sus rostros y el brillo de sus ojos denotan satisfacción y mucho cansancio.
Ésa es la realidad de una de las 386 plantas de etanol que hay en Brasil, distribuidas entre Sao Paulo, Paraná y Minas Gerais. Por la dinámica de la industria, ese país espera procesar este año cerca de 24 billones de litros de etanol, un 10 por ciento más con relación al año pasado, de los que alrededor de 20 millones van al consumo interno.
El etanol es un alcohol líquido compuesto por carbono, hidrógeno y oxígeno producto de la fermentación de la caña de azúcar o de almidón convertido en azúcar. Después de un proceso químico, éste puede ser usado como carburante para autos (bioetanol) en combinación o en sustitución de la gasolina.
Guabirá tiene una planta con una capacidad de molienda de alrededor de 7.500 toneladas de caña por día (TCD), de las que extrae la melaza (parte dulce del azúcar) y la convierte en alcohol.
Esa firma es reconocida en Sao Paulo y se la ve como una de las que pueden empujar la industria del bioetanol en Bolivia, que tiene tradición gasífera pues posee las segundas mayores reservas de la región tras Venezuela.
Rodrigo de Campos, consultor de la empresa Engeharia e Sistemas y ex técnico de la firma Dedini, una de las compañías brasileñas más importantes del rubro, aseguró que el hecho de que Guabirá ya produzca etanol y lo envíe como materia prima a Japón demuestra que Bolivia está a un paso de entrar en el negocio de los biocombustibles a partir de la caña de azúcar y que sólo falta una decisión política para que pueda invertir más y transformar el alcohol en ese carburante.
Ese componente varía según su uso. El alcohol de las bebidas tiene una concentración de 40 grados Gay Lussac (G.L); el de combustible, 96 grados, y el anhidro, que es el que se mezcla con la gasolina, tiene 99 grados.
Los ingenios azucareros Unagro y San Aurelio de Santa Cruz también están encaminados en la producción de alcoholes a partir de la caña de azúcar. “Las empresas están apostando por esto, ya que el etanol —explicó De Campos— es algo que completa la operación de los ingenios, porque del proceso de azúcar queda un residuo (melasa) que puede servir tanto a la industria licorera como a la etanolera de combustible”.
Según el experto, el bioetanol tiene un mayor rendimiento si es que es producido a partir de la caña de azúcar, aunque también puede ser obtenido del maíz, el trigo y la yuca. En el caso de Brasil, por ejemplo, un litro de alcohol de caña vale 27 centavos de dólar, mientras que el de maíz cuesta 40 centavos de dólar.
La caña se siembra una vez y se cosecha hasta cinco veces antes de volver a sembrar. En cambio, el sorgo, por ejemplo, obtiene un rendimiento de dos a tres veces, lo que encarece los costos.
De acuerdo con datos de la empresa Dedini, sembrar caña de azúcar cuesta entre mil y 3.000 dólares, dependiendo de la técnica, la necesidad de fertilización y el manejo de suelos.
Thiago Romanelli, profesor del Departamento de Energía Rural de la Universidad de Sao Paulo y miembro del Polo Nacional de Biocombustibles, dijo que de implementarse esa tecnología en Bolivia, el costo del litro del bioetanol sería aproximadamente la mitad de la gasolina, que hoy vale 3,74 bolivianos. En Brasil, por ejemplo, la gasolina vale 2,50 reales el litro; el bioetanol, 1,20.
Seguridad alimentaria
De Campos complementó que una de las formas de aplicar ese modelo sin que afecte la seguridad alimentaria de Bolivia es optimizando las hectáreas agrícolas. Por ejemplo, en lugar de tener una cabeza de ganado por hectárea, destinar el espacio a tres o cuatro reses, que es lo que hacen otros países, para que el resto del terreno sea usado en otros cultivos como la caña.
“En Bolivia hay regiones donde hay cultivos de comida y ésos deben permanecer, no se los debe tocar; pero hay regiones que son vírgenes de agricultura. Allí se deben implementar estudios económicos (para esta industria)”.
Julio Berdegué, representante principal del Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural (Rimisp), dijo que la crisis alimentaria no es producto exclusivamente de los biocombustibles, sino del aumento del consumo de los alimentos. “La gente está comiendo más que antes, además a eso se suma la elevación del precio del petróleo que está encareciendo los insumos agrícolas”. La semana pasada, el barril de crudo tocó un máximo histórico de 140 dólares.
Según De Campos, mientras ese insumo siga alto, los fertilizantes también subirán, lo mismo que el diésel que es fundamental para el agro.
Brasil instaló 386 plantas para biocombustibles
Son las 14.30. El sol quema en la región de Piracicaba, ubicada en el municipio de Sao Paulo en Brasil.
Alrededor de 10 camiones grandes están estacionados en el ingreso de la empresa Cosat, la mayor productora de etanol de ese país. Cada uno traslada 24.000 toneladas de caña de azúcar, producida por pequeños productores, y espera su turno para el pesaje.
Luego, esa materia prima pasa a una máquina que extrae el jugo a la caña y se separa el bagazo (el residuo sólido) que se usa para producir la electricidad en la planta. Los obreros trabajan callados. No tienen permiso de hablar con los visitantes, pero el sudor que resplandece en sus rostros y el brillo de sus ojos denotan satisfacción y mucho cansancio.
Ésa es la realidad de una de las 386 plantas de etanol que hay en Brasil, distribuidas entre Sao Paulo, Paraná y Minas Gerais. Por la dinámica de la industria, ese país espera procesar este año cerca de 24 billones de litros de etanol, un 10 por ciento más con relación al año pasado, de los que alrededor de 20 millones van al consumo interno.
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