El ingeniero Carlos Miranda Pacheco es una eminencia dentro del sector de los hidrocarburos. Analista económico, uno de los columnistas más reputados del país, tuvo la gentileza de atender a CAPITALES en una larga entrevista cuya primera parte publicamos a continuación. La segunda completará este imperdible panorama que nos regala Miranda Pacheco, el próximo martes.
C. Han pasado 10 años de la llamada “Nacionalización de los Hidrocarburos”. ¿Puede hacernos por favor un somero balance de los aspectos positivos y negativos de esta política económica para el país?
CMP. Antes del balance pedido, una rápida descripción de la “Nacionalización de los Hidrocarburos” del 1 de Mayo de 2006. En esa fecha, el Gobierno nacional no tomó a su cargo los trabajos, instalaciones y activos de las compañías privadas petroleras operando en el país, como se hace en toda “nacionalización”.
La “nacionalización” puede ser resumida en la aplicación de medidas administrativas para lograr un mayor control de las actividades de las empresas petroleras, la comercialización de la producción por el Estado más la venta de acciones de las empresas capitalizadas Chaco SA y Andina SA, todo por y para YPFB. La tributación del 50% del valor de la producción a favor del Estado y la obligación de suscribir nuevos contratos ya estaban definidos en la Ley 3058, vigente un año antes de la “nacionalización”.
Por el anterior formato, un balance resumido muestra que los ocho años transcurridos han sido de un éxito financiero importante porque han sucedido durante el periodo del aumento mundial de precios de los hidrocarburos. Un aumento de precios por cinco veces, más un volumen que subió 10 veces. En líneas generales, en ese periodo los ingresos de exportación de menos de $us 300 millones anuales subieron a más de $us 3.000 millones de dólares, haciendo un total hasta diciembre de 2014 de $us 31.000 millones. Suma de ingresos fiscales nunca alcanzada en un periodo tan corto.
C. ¿El Estado ha sido buen o mal administrador de estos recursos?
CMP. El Estado no ha sido un buen administrador de esos ingresos, que han sido fundamentalmente erogados como bonos y otros fondos sociales en beneficio de la población. Ha hecho oídos sordos a la creación de un fondo de reserva para una época de vacas flacas como la que estamos viviendo con los precios deprimidos en un 50%. Adicionalmente, ante la ausencia de una oposición real, el Estado ha efectuado y permitido que se efectúen grandes erogaciones sumamente observadas, como la compra del satélite, compra de aviones y vehículos para funcionarios del Estado, el pago de innumerables congresos mundiales, y frecuentes viajes de personeros del Estado. En general, el comportamiento del Estado ha sido sumamente dispendioso. En el sector, se han realizado grandes inversiones en proyectos inútiles, como construcción de casas prefabricadas, tuberías de plástico, instalación de planta de GNL y otros.
En el lado positivo, cabe destacar el dinero erogado para la expansión del uso del gas vehicular y, sobre todo, la instalación de redes domiciliarias de gas. También se ha ampliado la generación termoeléctrica para dotar al sistema de un 30% de capacidad adicional como factor de seguridad. Lo lamentable es que, no obstante este aumento, la electrificación rural no ha tenido ningún avance importante.
En gran resumen, se han erogado casi $us 31.000 millones por concepto de exportación de gas descubierto antes de 2006. Todo se ha realizado consumiendo casi más de 10 TCF de reservas, sin haber logrado incrementar ni 1 TCF nuevo para exploración.
C. Después de 10 años continuamos exportando gas natural sin valor agregado, ahora, con el añadido del perjuicio por la caída del precio del petróleo. ¿Qué ha pasado con el proceso de industrialización? ¿Cree usted que estamos retrasados?
CMP. No obstante que el clamor de la Guerra del Gas era “Industrializar, no exportar”, desde 2006 este gobierno más bien adoptó la política de monetizar las reservas de gas lo más rápido posible en vez de industrializarlas. Teniendo el contrato de venta de gas a Brasil en plena ejecución, comprometió un volumen casi igual por 20 años con la Argentina. Estamos retrasados en la industrialización del gas.
Como política general, debíamos adoptar la regla de oro de vender gas acompañado de productos petroquímicos. Los volúmenes de entrega diarios en el primer contrato de exportación de gas a la Argentina no eran lo suficientemente grandes como para lograr obtener los licuables de ese gas y tener plantas petroquímicas de dimensiones comerciales. En la negociación del contrato de venta de gas a Brasil, la situación ya era diferente. Los volúmenes de venta justificaban la instalación de plantas petroquímicas de tamaño comercial. Es así que Brasil tiene el compromiso de adquirir 200 mil TM por año de urea boliviana y, más adelante, de productos petroquímicos. Así estábamos cumpliendo la regla de oro. En el segundo contrato de venta a largo plazo con Argentina, 2007-2027, no se ha pactado ningún compromiso argentino de adquirir producción petroquímica boliviana.
El retraso también es atribuible a la creación de la EBIH [Empresa Boliviana de Industrialización de Hidrocarburos], la cual asumió un rol de usuario de productos petroquímicos pero no productor de los mismos. Hasta la fecha, esa empresa no ha llenado su cometido.
C. En uno de sus últimos artículos, usted dice que la exportación y la industrialización de gas son “actividades indispensablemente complementarias”. ¿Por qué?
CMP. Exportación e industrialización están íntimamente ligadas por las siguientes razones: A) La industrialización del gas se realiza utilizando como materia prima fracciones licuables (etano, propano, butano), que en muy poca cantidad están en el gas por unidad de volumen (del 2 al 5%). B) Las plantas comerciales de productos petroquímicos son de gran escala con producciones del orden de 1 millón de TM por año. C) Para lograr esa producción se requiere obtener los licuables del gas de más de 20 millones de m3/día. Nuestro consumo interno de gas no pasa de los 12 millones de m3/día. Volúmenes superiores, cercanos a 20 millones de m3/día, solo pueden ser adquiridos por mercados de exportación como Argentina o Brasil. Por tanto, para producir productos petroquímicos debemos vender aproximadamente 20 a 30 millones de m3/día de gas.
C. También hace notar que Bolivia dejó pasar una gran oportunidad de producir fertilizantes, GLP, polietileno y polipropileno en Puerto Suárez, ahuyentando capitales extranjeros. ¿Con la “nacionalización”, al final, Bolivia ganó o perdió?
CMP. Efectivamente, la mejor oportunidad que hemos tenido hasta el presente de poder tener un polo petroquímico, con la producción de fertilizantes, GLP, polietileno y polipropileno, asociados con una de las más importantes firmas del continente, ha sido el acuerdo entre YPFB y Braskem. El tiempo y el lugar eran ideales para esas producciones porque debían iniciarse en 2006 y concluirse en 2010, en Puerto Suárez.
El gas que va al Brasil por Puerto Suarez lleva suficientes licuables para abastecer de materia prima a la producción petroquímica rentable de los productos antes indicados. La producción de fertilizantes hubiera requerido solamente 1 millón de m3/día de los 30 que pasan al Brasil. Además de las condiciones técnicas óptimas, se tenían todos los productos en la frontera del mercado más grande de América Latina, lo cual hubiera dado a toda la producción de Puerto Suarez una gran competitividad. Era una época ideal y por eso YPFB y Braskem, en 2005, firmaron una carta de compromiso para llevar adelante el proyecto.
La llamada “Nacionalización del 2006” cumplió con el cometido político de los que la habían concebido logrando ahuyentar definitivamente la inversión extranjera en el país. La inversión con Braskem se ha diluido por la retirada de la compañía brasilera. En esta forma, Bolivia perdió la mejor oportunidad que ha tenido.
El impacto negativo de un clima hostil a la inversión extranjera privada, que fue desatado por la llamada “Nacionalización de los Hidrocarburos”, continúa hasta el presente. No obstante todos los esfuerzos que se han realizado, no se tiene ninguna inversión de empresas petroleras transnacionales en exploración desde 2006.
C. ¿Cree que el país “perdió el tren” del progreso en ese sentido y ya no podrá atender al mayor mercado petroquímico de América Latina?
CMP. La industria petroquímica tiene ciclos de aproximadamente 10 años para nuevas inversiones. Hemos perdido el tren en 2010, pero deberíamos tratar de acoplarnos al ciclo que probablemente se inicia en 2020, para lo cual necesitamos suficientes reservas y la sociedad con empresas experimentadas en el sector.
C. Llevamos décadas hablando de cómo la economía boliviana depende de los hidrocarburos y de su susceptibilidad a la variación de los precios internacionales. ¿Esto ha cambiado? ¿Qué se hizo y qué se debió hacer para cambiar esta historia? ¿Nota avances?
CMP. Desde que hemos tenido producción comercial de hidrocarburos, con los ejemplos de Venezuela y el Medio Oriente, con cada nueva legislación se abrigaba la esperanza de que la actividad se desarrolle como para generar recursos que transformen el país. El gas, a partir del año 2000 hasta la caída de precios en 2012, parecía que iba a ser la fuente de ingresos que se esperaba. Lamentablemente, los grandes ingresos no han sido debidamente manejados y en lugar de transformar la economía del país en sentido positivo, que su economía dependa de otro tipo de productos o actividades, ahora Bolivia depende del gas mucho más que nunca.
Con los grandes excedentes monetarios del gas, no se ha incentivado otras fuentes de producción. Estábamos llenos de dinero pero no éramos ricos. Si bien no son muchos años de bonanza, ni siquiera se han hecho esfuerzos de iniciar otras actividades que cambien la fisonomía del país de uno productor de materias primas y sujeto a la demanda y precios internacionales a otro agrícola industrial con actividades económicamente más estables.
La producción de quinua es una de las actividades que, debidamente apoyada, ayudaría mucho a cambiar la fisonomía del país. No se han hecho suficientes obras de infraestructura como caminos, albergues y hoteles para promover el turismo. El país, económicamente, sigue dependiendo de la producción vinculada al eje central. La ganadería y el agro y la riqueza ecológica del norte siguen intocadas.
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