Si el gobierno, y especialmente Yacimiento Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) ya tenían marcado en rojo el año 2019 por la fecha de caducidad del contrato GSA de exportación de Gas a Brasil, desde ayer tienen más motivos para ser tomado en serio, pues la presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner también ha señalado ese año como tope para que su país pase a ser autosuficiente en materia energética.
Tanto Brasil, con 30,5 millones de metros cúbicos de gas diario (MMmcd) como Argentina, actualmente en 14 MMmcd, a final de año en 16 y con proyección de llegar a 27 en los próximos años, son los principales mercados a los que se exporta en bruto el energético boliviano, pero ambos buscan su autoabastecimiento a través de dos grandes megaproyectos, el Presal en Brasil y Vaca Muerta en Argentina.
Si bien el vicepresidente del Estado Álvaro García Linera, consideró recientemente que Brasil actuará “como un imperio, guardando sus reservas”, lo cierto es que las opciones bolivianas de exportación se achican y que ambos proyectos contribuirán a bajar los precios del energético en el cono sur. Brasil paga ahora unos nueve dólares por millón de BTU, pero sus empresarios en San Paolo (principal receptor del gas boliviano) ya están presionando para rebajar los precios a partir de 2019 en el caso de que se renueve el contrato y YPFB ya ensaya nuevas fórmulas, con precio fijo e incentivos al cumplimiento en el contrato que provee algo más de dos millones de metros cúbicos a Cuiabá.
Uso de reservas
Varios expertos advierten que YPFB debería ralentizar los proyectos de explotación (actualmente hay capacidad para producir más de 60 millones de metros cúbicos al día) y acelerar la exploración para garantizar las reservas, al mismo tiempo que se implementen proyectos de industrialización tanto del propio gas como de otros rubros en los que se utilice, como el caso del Mutún o del litio del Salar.
Los proyectos de industrialización más avanzados son los de las plantas de etileno y propileno, previstas para 2022 y 2018 respectivamente, y que permitirán aprovechar la cualidad superior del gas boliviano. Con todo, el torrente de gas seco será de al menos 30 millones de metros cúbicos que procesará la Separadora del Chaco y su destino definitivo está todavía por definirse en el nuevo contexto sudamericano. Otros seis millones de metros cúbicos son procesados en la planta de Río Grande.
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