El Gas Natural Licuado (GNL) que se producirá en la planta que se construye en Río Grande, Santa Cruz, y que se distribuirá a poblaciones a las que no llega el gas natural a través de ductos, también puede ser usado directamente para el transporte pesado, reemplazando al diésel, según la propuesta realizada por el analista económico, Juan Carlos Zuleta.
El objetivo de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) es reducir el consumo de Gas Licuado de Petróleo (GLP), gasolina y diésel en al menos 26 poblaciones del país, a donde el GNL se transportaría por tierra para luego regasificarlo y distribuirlo a través de las redes que instala la estatal petrolera.
Zuleta señala, sin embargo, que este esquema supone mayor costo y propone que el GNL sea usado directamente en los vehículos de transporte pesado y en todos aquellos que usan diésel, que ya se hace en otros países como Italia, que es el país con mayor porcentaje de parque automotor convertido a gas natural del mundo, y en Estados Unidos, que tiene similar objetivo.
Además de Italia y Estados Unidos, Zuleta afirma que hay otros países, como Argentina, que han "gasificado" sus matrices energéticas y añade que, justamente, una empresa argentina le envió información sobre la existencia de un equipo que puede ser usado para la conversión de vehículos a diésel, y no sólo a gas natural, y que además permite convertirlos a gas natural licuado.
“Esto requiere un análisis segmento por segmento y de una evaluación de costo beneficio, para ver dónde conviene más usar GNV y dónde GNL”.
Pero además, señala que no sólo sería una opción para el transporte, sino también para sustituir el diésel que se emplea en la agroindustria, vehículos particulares o en la maquinaria pesada debido a que presenta ventajas como una mayor capacidad energética y un menor tiempo requerido para la carga de combustible.
APUNTES
• El sitio hidrocarburosbolivia.com señala que según datos de la revista especializada The Energy Collective, el GNL contiene 2,4 veces más energía por galón de diesel equivalente (GDE) que el GNC o GNV.
Debido a su estado líquido, llenar un vehículo de GNL es más rápido que con GNC, y que como este último requiere un nivel de compresión elevado, se genera un incremento en su costo.
Francesco Zaratti Físico, analista en energía e hidrocarburos, divulgador de temas científicos
"Todo depende de un cambio en la política energética, antes que de un cambio en la matriz energética"
El cambio de matriz energética es un tema que el Gobierno entiende a cabalidad. El problema es que no actúa con base en ese entendimiento.
Existen dos aspectos relacionados con el cambio de matriz energética: el primero es disminuir el consumo de los combustibles caros y escasos (diésel, gasolina y gas licuado de petróleo hasta hace poco) reemplazándolos, hasta donde es posible, por gas natural que es abundante en el país.
De ahí el programa GNV (Gas Natural Vehicular) o GVC (Gas Vehicular Comprimido) para bajar el consumo de gasolina. El parque de vehículos a GNV ha crecido sensiblemente, sin embargo la “nacionalización” de los autos “chutos” (casi 100 mil unidades, todas a gasolina) ha incrementado el consumo de gasolina, amén de la ineficiencia energética de esos carros.
Por otro lado, se ha dado un gran impulso a la instalación de redes domiciliarias de gas en el occidente, una vez que se logró ampliar la capacidad el gasoducto hacia esa región, una tarea que llevó muchos más años de los necesarios. Esa conversión energética permitirá un mayor ahorro de GLP (Gas Licuado de Petróleo) justo cuando ha empezado a producir la planta de Río Grande, con los consecuentes excedentes exportables.
El otro aspecto tiene que ver con la generación eléctrica que hoy se la realiza en un 60 por ciento por las termoeléctricas. El Gobierno entiende la necesidad de incrementar la generación hidroeléctrica y se están dando importantes pasos en ese sentido con la ampliación de Corani, en Cochabamba, y con el proyecto Rositas, en Santa Cruz. Sin embargo, la ineficiencia y “chambonadas” que siguieron a la nacionalización de las plantas eléctricas obligaron a incrementar el número de termoeléctricas de tamaño pequeño y mediano que van en contracorriente a los deseos de “diversificar” las fuentes de energía.
Más grave aún es el precio interno del gas que hace no competitiva la generación hidroeléctrica e impide sacar mejor provecho del gas natural. En efecto, el gas se exporta a casi 10 dólares el millar de pies cúbicos y se quema en la termoeléctricas a 1,30. De hecho la subvención a la generación eléctrica frena las inversiones privadas en electricidad, de modo que sólo el Estado, a través de ENDE, puede realizar algunas inversiones sin preocuparse de la rentabilidad.
Por otra parte, sin bien la industria ha sido la primera en ser atendida con gas natural y se tiene la infraestructura para el suministro, interviene un tercer factor que es la restricción de suministro en el mercado interno debido a la priorización de las exportaciones y la merma de las reservas, por las razones harto conocidas. El fracaso de la Jindal en el Mutún se debe en gran parte a ese déficit de gas para el mercado interno. Lo propio sucede con las cementeras de Santa Cruz y sin embargo se anuncia un nuevo complejo cementero en Oruro sin tener seguridad de suministro de gas.
Para que se den las condiciones necesarias para que produzca el cambio en la matriz energética, es preciso sincerar precios, es decir reducir la subvención; diversificar las fuentes, inclusive incentivando las energías renovables alternativas como la solar, eólica y biomasa, respetando el “nicho” de mercado de cada fuente; y explorar más las áreas de hidrocarburos, incluyendo el gas de esquisto o “shale gas”, para asegurar reservas suficientes para sostener el consumo interno creciente. Todo eso sin caer en la dependencia del gas natural que, como acaba de enseñarnos la Argentina, es muy peligrosa.
Si bien el Gobierno entiende que estas condiciones son necesarias para el cambio de matriz energética, las cumple parcialmente por razones políticas y también por ineficiencia de gestión.
Todo depende de un cambio en la política energética, antes que de matriz energética.
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