domingo, 13 de abril de 2008

Brasil y América Central corren en el boom del biocombustible


La tendencia al alza histórica del precio del petróleo es, desde el punto de vista de los especialistas, irreversible, si se consideran que el crudo es un recurso natural no renovable frente a una demanda de carburantes cada vez más alta e insostenible.

Y frente a la crisis que no es coyuntural, el etanol y el biodiesel se consolidaron como la alternativa sostenible para el planeta y un atractivo como rentable negocio para los países en desarrollo, principalmente en América Latina. Sin embargo, los primeros síntomas de una crisis alimentaria que afectan el bolsillo de los más pobres obligan a poner paños fríos al boom de los biocombustibles. Ésos son los límites de la discusión que los expertos en materia energética están desarrollando para encontrar respuestas para un mundo sediento de energía.

“El biocombustible es la energía alternativa frente a la dependencia del crudo”, dice el viceministro de Energía de Costa Rica, Julio Matamoros, en el seminario El Boom de los biocombustibles, que el prestigioso Instituto Centroamericano de Administración de Empresas (Incae) organizó con el coauspicio de la agencia de noticias IPS y la Iniciativa Global Contra los Subsidios (GSI en inglés).

En Incae, el ingeniero Pavel Molina muestra que dicha tendencia ha sido bien aprovechada por Brasil, que tiene más de 30 años de experiencia en el campo. Hoy, en el mundo, es el más competitivo y detrás de él se ubican otros latinoamericanos, como Panamá, Nicaragua o Costa Rica. “Gran parte de la competitividad de los biocombustibles está en la mano de obra”, afirma.

Por las características de sus tierras, la mano de obra o la innovación tecnológica, Nicaragua, Panamá, Costa Rica, El Salvador o Guatemala son más competitivos que Estados Unidos, el primer mercado energético.

En Asia, Malasia e Indonesia son competitivos en la producción de biocombustible a partir de la palma africana.

Y los latinoamericanos están aprovechando el boom. Ese es el caso de Costa Rica, que lo que hace es terminar de procesar el etanol que Brasil exporta a Estados Unidos; hoy tiene su plan.

Y, a partir de un estudio, el viceministro Matamoros considera que América Latina tiene la capacidad neta para exportar etanol. Sin embargo, se anticipa a señalar que la base del éxito de un plan debe pasar “por evitar la competencia entre la producción de alimentos y la producción de energía”. Es decir, evitar que los precios de los alimentos estén influenciados con los de los derivados, como se ha manifestado por la política implementada desde Estados Unidos para alentar la producción de maíz destinado a procesar etanol.

“Los países más competitivos serán aquellos que, además de tener tierras y condiciones aptas, tengan la mano de obra más económica”, puntualiza Molina.

De hecho, en su edición de diciembre del 2007, la revista inglesa The economist sostuvo la tesis de que la inflación en China estuvo por encima del seis por ciento debido al incremento en los precios de los alimentos. Algo parecido ha ocurrido en México.

Además, añade que los precios de los alimentos han subido en 75 por ciento desde el 2005.

El ingeniero Molina precisa que el precio de la soya se ha disparado, puesto que está siendo considerada materia prima para generar energía. “Hoy para un productor de caña de azúcar es muy atractivo producir azúcar por el precio del petróleo, pero lo que hay que hacer es producir los biocombustibles sin arriesgar el abastecimiento y el acceso a los alimentos”, dice Molina.

Además, el ingeniero señala que “por ahora los biocombustibles son viables mientras sean más baratos que el petróleo” y que potenciar a gran escala esta industria con la actual tecnología representaría un problema más que una solución.

En ese contexto, en el Incae, con sede en Alajuelas, Costa Rica, se ha propuesto investigar en otras opciones para desarrollar biocombustibles, a partir por ejemplo del etanol de celulosa.

El mercado de EEUU y el límite de Brasil

Brasil es el país con mayor experiencia en el desarrollo de la industria de los biocombustibles y tiene condiciones para consolidarse para crecer.

Además de la enorme extensión de tierras con que cuenta, ha innovado tecnología y su mano de obra es competitiva frente a Estados Unidos.

“Es el más competitivo en la producción del etanol a partir de la caña de azúcar. En Brasil, incluso la forma del machete es diferente para que la cosecha sea más rápida y menos costosa”, precisa Pavel Molina.

Advierte que la política del biocombustible debe considerar la capacidad real de expansión de Brasil. Lo explica así:

Hoy, el vecino país tiene 2,6 millones de hectáreas de cultivos de caña de azúcar para producir etanol. Si su Gobierno se propusiera cubrir sólo la actual demanda de Estados Unidos, tendría que producir caña de azúcar en una extensión de 9 millones de hectáreas, cuando hoy llega a casi 8 millones, incluyendo las 5,3 millones que van al consumo alimenticio.

Pero si la mezcla del etanol con la gasolina aumentara como está previsto, Brasil necesitaría 76,5 millones de hectáreas de tierra, lo que supera a las 60 millones de tierra que tiene para todos sus cultivos.

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