domingo, 19 de marzo de 2017

Siete fórmulas para negociar el contrato de venta de gas a Brasil



Bolivia se apresta a firmar un nuevo contrato de compra y venta de gas con Brasil por los próximos 20 años en nuevas condiciones de reservas, precios y volúmenes. Esto se dará sin haber certificado suficientes reservas de gas (tanto para su seguridad energética como para sus proyectos de exportación), con una disminución de los precios del barril de petróleo en el mercado internacional y con la emergencia de más competidores en el mercado regional de Gas Natural Licuado (GNL).

La estrategia de las transnacionales y de la burguesía brasileña es mantener el tenor del actual contrato que finaliza en 2019, con el aditamento de “más gas a menor precio”, para seguir teniendo a Bolivia como fuente de aprovisionamiento energético barato.

“Brasil necesita tener las condiciones para ser capaz de renegociar (el contrato) para que los precios puedan bajar”, declaró Marco Tavares, ejecutivo de Gas Energy, citado por la revista Los TiemposAmérica del Brasil en septiembre de 2016.

¿A qué condiciones hace referencia el empresario brasileño que dispuso de energía boliviana abundante/no contaminante y barata los últimos dos decenios para obtener más energía a menor precio?

Bolivia, luego de 18 años de venta de gas a Brasil, no ha realizado una auditoría técnica, económica y geopolítica al contrato que termina el año 2019.

Mayor dependencia de Bolivia

Dos preguntas son necesarias para encauzar el debate de cara a la negociación del contrato. La primera, una interpelación a nuestra historia: ¿Los contratos de venta de gas a Argentina (1969) y Brasil (1997) ayudaron al país a salir del derrotero primario exportador que nos constituye desde nuestra fundación como república?

La segunda, siendo la energía un factor de producción como el capital, trabajo y la tierra: ¿Desde cuándo es bueno vender energía y no contar con ella para el desarrollo de un país dependiente como Bolivia?

No se puede negar la dimensión económica de las exportaciones de gas en la generación de ingresos para Bolivia: el 68% del gas producido los últimos años se han destinado al mercado brasileño, generando para las arcas del Estado, los años 2013 y 2014, aproximadamente 3.500 millones de dólares, cerca del 50% del total de los ingresos fiscales. Una cifra y un negocio nunca antes visto en la historia del país.

Sin embargo, con este contrato de compra y venta de gas, si bien Bolivia se ha generado esos recursos económicos, fue a costa de desprenderse de un recurso energético no renovable, estratégico y factor clave de la producción de la economía mundial. Y puso en peligro su seguridad energética en el mediano y largo plazo, al mismo tiempo que profundizó su dependencia, el extractivismo y el rentismo.

Al respecto, Juan Carlos Guzmán sostiene en ‘Apuntes sobre el estudio de la renta de hidrocarburos’ (CEDLA, 2015) que: “habiendo reducido de manera absurda la política energética nacional a la trilogía gas natural-exportaciones-rentas, los bolivianos no nos hemos detenido a pensar en las implicaciones políticas y económicas de la evolución del sistema energético que, más allá de la generación de ingresos, reafirma el derrotero primario exportador boliviano y subordina la política pública de energía a la obtención de rentas”.

Para peor, Bolivia generó una renta fiscal extraordinaria estos últimos diez años, nunca antes vista, que no ha podido utilizar para diversificar —en lo básico— su economía.

“Más gas a menor precio”

Veamos la estrategia de las transnacionales y burguesía brasileña para seguir constituyendo a Bolivia como polo de distribución energético barato en Sudamérica.

En septiembre de 2016, la periodista Nicola Pamplona, de la Fhola de San Pablo, hizo conocer que el Gobierno Federal de Brasil estudia crear un operador nacional del gas para reemplazar a Petrobras, que mantiene el monopolio del transporte y la comercialización entre la producción y los mercados de consumidores.

Este plan busca en lo central “renovar totalmente el contrato de importación de gas de Bolivia que vence el 2020” y reducir a la mitad el volumen contratado. “La expectativa es que la compañía reduzca a la mitad el volumen contratado, con el país vecino, hoy en 30 Mm3 por día, equivalentes a 37.5% del consumo diario medio del Brasil. Por eso las distribuidoras de gas y la industrias consumidoras se preparan para negociar directamente con el gobierno boliviano contratos para la próxima década”.

Estas medidas, anunciadas extraoficialmente, no buscan mejorar el sistema de distribución de gas en Brasil, sino: 1. Desguazar/privatizar la estatal petrolera brasileña a favor del capital privado y transnacional. 2. Implementar un sistema de precios respecto al gas boliviano que beneficie aún más a las transnacionales y la burguesía brasileña, principal objetivo de la estrategia descrita por Pamplona.

Brasil disminuyó el bimestre de enero-febrero/2017 su volumen de compra de gas al 50% (“Cae a la mitad la exportación de gas al Brasil”, El Deber, 10/01/2017), un tema atribuido al buen funcionamiento de sus hidroeléctricas pero que parece demostrar la aplicación “de facto” de su estrategia para doblegar a Bolivia e imponer precios y condiciones. Cabe decir que esta disminución al 50% del volumen de compra de gas vulnera el actual contrato, firmado con una entrega máxima de 32 mmcd (Deliver or Pay) y un mínimo de 26 mmcd (Deliver or Pay), lo que se confirma en el artículo “Nuestras exportaciones de gas”, de Carlos Miranda (Página Siete, 10/2/2017).

Posición del gobierno del MAS

Mientras en Brasil esperan que una audiencia pública apruebe la estrategia “no oficial”, autoridades del MAS refrendaron esta propuesta.

“El vicepresidente Álvaro García Linera aseguró este lunes que Brasil continuará comprando gas boliviano, mediante empresas privadas, tomando en cuenta que la estatal Petrobras liberó la comercialización de ese energético, en una suerte de ‘privatización’ de su compra”, publicó La Razón el 26/9/2016.

Ese mismo día, ANF, citando también a García Linera: “El Gobierno boliviano desde hace ocho meses empezó a negociar con empresas privadas brasileña después de que el gobierno de Michel Temer resolvió liberar a las empresas privadas para la comercialización de gas y reducir la participación de Petrobras en este negocio. ‘Estamos negociando desde hace ocho meses la venta de gas a Cuiabá, ya no es Petrobras, es una empresa privada. Ellos quieren comprar gas incluso por encima del precio que ahora nos paga Brasil y Petrobras’”.

El ministro de Hidrocarburos, Luis Sánchez, confirmó que “cuatro estados de Brasil están interesados en la compra directa del gas boliviano” para hidroeléctricas (ANF 15/2/2017). Es decir una compra directa, sin intermediación de Petrobras.

Estas posiciones del gobierno del MAS expresan una remota comprensión del tema económico más importante de la vida nacional.

¿Brasil no necesita gas boliviano?

No. Brasil no tiene autosuficiencia energética y depende del gas, tanto boliviano (33%), como del GNL que importa (17%). El resto es producción interna.

La idea de que Brasil tiene “suficiente músculo” para prescindir del gas boliviano es falsa. Sin embargo, este ha sido el argumento central de la geopolítica brasileña para constituir a Bolivia como su fuente de aprovisionamiento energético barato y dependiente en la región.

El proyecto de El pre-sal y la subasta de áreas de explotación de gas no convencional, que le darían ese músculo para ganar la pulseta a Bolivia y lograr que reduzca el precio del gas natural de cara al nuevo contrato, se ha postergado y hoy mismo es el centro de la disputa entre el Estado brasileño y las transnacionales. Su exploración/explotación sería a mediano plazo. Entonces, Brasil no tiene músculo y no nos hace “un favor” al comprar gas boliviano.

Bolivia vende a Brasil el 68% del gas que produce y Brasil compra de Bolivia el 33% del gas que necesita, e importa 17% de otras fuentes. Su producción está en alrededor del 50%. Los años 2013, 2014 y 2015, el promedio de consumo de gas boliviano en Brasil estuvo al máximo de los requerimientos por contrato, es decir 31 Mm3pc/d, mientras su producción propia ha ido creciendo.

Brasil elevó la producción y consumo de energías alternativas, sin embargo, esto no fue suficiente para prescindir del gas importado. Aún más, aumentó significativamente su consumo de gas natural entre 2012 y 2015.

El precio del LNG importado por Brasil fue mayor que el precio del gas boliviano. Por ejemplo, a junio de 2015, el precio del LNG oscilaba para Sudamérica entre 7,84 y 7,94 dólares, mientras Brasil pagaba a Bolivia $us 5,7 el Mmp3 (“Lineamientos de políticas de estado para Bolivia en tiempos de cambio climático”. Justo Zapata, Hora 25 118/119).

Sectores de mayor consumo

El consumo industrial de gas de la industria brasileña se lleva la tajada más grande: 42,22 Mm3pc/d. La generación eléctrica requiere 30,29 y automotores 4,82.

Mientras Brasil consume ávidamente gas para su industrialización y desarrollo petroquímico, en Bolivia el consumo se mantiene en los límites de un país con cero desarrollo industrial. Los datos son contundentes: cerca del 83% de los hidrocarburos producidos y comercializados por Bolivia tuvieron por destino el mercado externo. Solo el 17% restante fue orientado a su mercado interno.

Esta situación se expresa en el intercambio comercial desigual que el Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE), con base en datos del INE, estableció: “Sin gas natural, las exportaciones a Brasil solo llegarían a $us 65 millones”. En otras palabras, mientras Brasil nos vende más de 3.000 productos, de los que destacaron las barras de acero ($us 139 millones), seguidas de betún de petróleo (31 millones) y polietileno (26 millones), Bolivia le vende gas en un 95% del total exportado al Brasil (ANF, 2/3/2017). Estos datos reafirman la dependencia del país respecto al consumo de energía para el desarrollo industrial a partir del contrato de gas a Brasil (y Argentina).

El precio: centro de la batalla

El precio es el centro de la batalla del nuevo contrato con Brasil. Dicha estrategia es “más gas a menor precio”, y para lograr esto buscan imponer un precio en referencia al Henry Hub, parámetro conveniente a sus intereses.

Aún no existe un mercado global del gas porque falta que este energético sea un “commodity” (bien transable) comercializado globalmente, como lo es el petróleo. Esto generó que existan distintos precios “regionales” del gas en el mundo; por ejemplo, en Estados Unidos se determina en el Henry Hub (actualmente el más bajo), en Europa se regulan por los contratos a largo plazo (precio medio) y en el Asia los precios siguen referidos predominantemente al petróleo, con precios más altos.

Para el precio de venta de gas al mercado brasileño y argentino, la fundación Jubileo estableció los mínimos y máximos históricos. Un análisis comparativo para el año 2015 permite observar que Brasil pagó por debajo del precio establecido en Europa y Asia y por encima del Henry Hub.

En dirección a esto, en mayo de 2015, mientras en Europa el precio era $us 7,27 y Japón 8,72, Brasil y Argentina pagaban alrededor de 5 y 5,5, respectivamente, el Mmp3, un precio mucho más bajo a los del gas en Europa y Japón.

El precio del LNG para Sudamérica, a junio de 2015, estaba en alrededor de $us 8 el Mmp3. Por esa misma fecha, el Henry Hub era de 2,84.

Henry Hub en todo el mundo

Estados Unidos y las transnacionales buscan imponer el precio Henry Hub en todas las regiones del mundo para perjudicar a los países productores de gas. “Desde el año 2009 los compradores de gas de Europa están buscando cambiar sus fórmulas de precio, lo que ha traído una reducción en los mismos y el año 2015 los precios de compra en Alemania se redujeron hasta 6,8 $us/MMBTU”, sostienen expertos energéticos en “Comercialización de gas natural en el mundo”, de Jaime Santillana y Julia Salinas de Santillana.

Se trata de que los precios del Henry Hub empiecen a influir en los otros mercados como una estrategia para bajar los precios del gas y controlarlos desde los intereses norteamericanos y las grandes transnacionales. Con este fin, se han observado envíos mínimos de gas estadounidense a distintas regiones con precio Henry Hub, para generar la sensación aparente de estar frente a un gran proveedor capaz de modificar los precios del gas en los mercados regionales.

El Perú “paga” actualmente esta estrategia transnacional: vende actualmente su gas al precio Henry Hub, lo que es un saqueo a su economía.

El Pacific LNG del año 2001, liderado por las transnacionales para vender gas por Chile a EEUU (y a Chile), proyecto antinacional neutralizado por El Alto en 2003, tenía este mismo fin: beneficiar a las transnacionales con bajos precios para el gas, establecido en referencia al Henry Hub. Sin la intervención del pueblo alteño, Bolivia hoy sería, como el Perú, fuente de aprovisionamiento barato de EEUU, a costa de su desarrollo.

Rentismo y caída de reservas

El Estado boliviano no hizo hasta ahora una auditoría técnica, económica, financiera y geopolítica del contrato de compra y venta de gas a Brasil, a 18 años de su implementación. Sin embargo, dos expertos realizan un balance crítico del contrato, uno de ellos es el citado Guzmán.

Él señala lo siguiente en el documento ya mencionado: “desde las primeras exportaciones de gas natural a la Argentina en los años setenta, pasando por la reforma neoliberal de 1996 que fijó las bases de exportación hacia el Brasil, hasta el nuevo contrato con Argentina, la exportación de energía, en términos de ‘gas rico’, tuvo siempre el principal objetivo de obtener recursos para el tesoro nacional”.

Además, “la evolución del indicador muestra que el país ha profundizado su vocación primario exportadora e indica que la industrialización no acompañó a la exportación de gas natural a Brasil, principal resultado de la reforma neoliberal de 1996 en el sector”.

La generación de ingresos por la exportación de gas creció sobre todo después de la promulgación de la Ley de Hidrocarburos 3058, en mayo de 2005, pero a cambio de enajenar sus reservas. “Es así que la cantidad total de energía primaria exportada llegó, en 2012, a 87,4 Mbep (millones de barriles equivalentes de petróleo) y, con ventaja, colocó al país como el primer exportador de gas natural de la región, situación que tiene impacto en las reservas nacionales que ya en 2010 mostraban una situación crítica. A pesar de ello, las exportaciones se incrementaron aún más hasta el 2012”, dice Guzmán.

En suma, se incrementaron las exportaciones de gas y los ingresos económicos, pero disminuyeron las reservas.

Con el contrato de venta de gas a Brasil, Bolivia se hizo más dependiente y tiene reservas insuficientes de gas que ponen en peligro su seguridad energética nacional y desarrollo industrial con energía disponible en un mundo donde el petróleo y el gas son hoy la base del desarrollo, mientras transita hacia las energías alternativas.

Se cambió la seguridad energética, a cambio de renta que no se utilizó para diversificar la economía. •

Precio, gas “rico” y volúmenes

Otro análisis crítico es el de Justo Zapata, director del DIPGIS UMSA, quien es demoledor en su balance del contrato que hoy se pretende renovar. Sostiene que desde el punto de vista económico, el contrato inicial debía haber establecido un precio del gas en función a su poder calorífico, lo que hubiera significado que el precio sea siempre un quinto del valor del barril del petróleo, similar a los precios referenciales de Europa o Asia en este momento. A lo largo de los últimos años, Brasil pagó muy por debajo de ese precio.

Con el contrato que finaliza en 2019, se impuso un precio sobre la base de una canasta de fuel oils tremendamente contaminante, y el resultado fue un mal negocio para el país. Si bien, en lo mínimo, mantuvo un precio del gas acorde a las subidas del precio del barril de petróleo en el mercado internacional, no lo fue en las proporciones del precio de mercado europeo o asiático.

Zapata dice que: “Se puede afirmar con seguridad que en ningún país del mundo se permitiría quemar un combustible como el de la canasta (establecida con el Brasil) con alrededor de 27 gramos de azufre por kilogramo de combustible. Esta cantidad de azufre permitiría obtener alrededor de 83 gramos de ácido sulfúrico por litro quemado, cantidad que en cualquier fábrica o ciudad tornaría la atmósfera en irrespirable” (“Análisis del contrato al Brasil”. Justo Zapata, Hora 25).

Es decir, el contrato que finaliza estableció una canasta de fuell cells (altamente contaminantes), alejados de la cualidad del gas (un energético menos contaminante); por ello mismo, como lo estableció el COP 21, energía “limpia” y de transición hacia las “alternativas”, estratégica, para enfrentar el “calentamiento global”.

Zapata dice también que el contrato obligó a vender gas húmedo, es decir, gas “rico” que genera utilidades adicionales. Afirma que “en el contrato, Bolivia se obliga a proveer un mínimo de 1.034 calorías por pie cúbico. Si solo se vendiera metano o gas seco no se podría satisfacer este requerimiento, pues con metano 100% puro se alcanzarían 974 calorías por pie cúbico. Aunque en general, solo se comercializa gas seco, es decir, metano con algo de dióxido de carbono y nitrógeno (en el mundo), Bolivia por este contrato, se ve obligada a comercializar gas húmedo con alrededor de 10% de etano, GLP y gasolina natural”.

Luego, se pregunta: ¿cómo se pudo elaborar un contrato tan desfavorable al interés nacional fijando el precio en función de una canasta de combustibles tremendamente contaminantes y, por lo tanto, de bajo precio; comprometerse a vender gas húmedo en lugar de gas seco e incluso no prever el gasoducto a Brasil para llevar gas boliviano a otros puntos del territorio boliviano, como por ejemplo, la industrialización del Mutún? Su respuesta es contundente: en la firma del contrato de gas al Brasil “se antepuso el interés personal al interés nacional: nuestros principales negociadores de YPFB ya habían cambiado de camiseta antes de abandonar sus altas funciones”.

Por último, concluye que el contrato de venta de gas al Brasil fue un saqueo más a Bolivia.

Las siete fórmulas para negociar el nuevo contrato

De todo lo señalado, la primera constatación es que ni la venta de gas a Argentina (iniciada en los años 70) ni la venta a Brasil (desde 1997) contribuyeron a forjar una política de desarrollo nacional para salir del modelo de desarrollo primario exportador. Por el contrario, profundizaron el extractivismo y la dependencia de Bolivia.

Con ambos contratos, el país perdió sus reservas de gas y con ello su seguridad energética. En suma, Bolivia debe:

1.- Vender menos volúmenes de gas a mayor precio para garantizar reservas de gas con vistas al desarrollo nacional los próximos 30 años, mientras cambiamos nuestra matriz energética hacia las nuevas energías alternativas como la eólica y la solar. Bolivia hoy no tiene las reservas suficientes para encarar un nuevo contrato. La última certificación establece 10,45 TCF. Al ritmo actual de consumo (0,86 TCG/año), estas reservas alcanzarían hasta el año 2026, sin renovar el contrato con Brasil que finaliza en 2019. Si lo renovamos, en 2025 Bolivia no podría satisfacer la demanda de ese país ni sus propios requerimientos.

2.- Elevar el precio del gas en función de su poder energético. Un metro cúbico de gas natural proporciona la misma energía que un quinto de barril de petróleo. A esta relación debe corresponder su precio. En ese sentido, actualmente Brasil paga, con un precio del barril de petróleo de $us 50, alrededor de $us 4,5 el Mmp3, cuando debería pagar, atendiendo la fórmula propuesta, cerca de $us 8; es decir, un precio cercano a los del LNG en Sudamérica.

3.- Negociar solo con Petrobras y el Estado brasileño un contrato a largo plazo, con menos volúmenes y con precios referidos al poder calorífico del gas, que significa establecerlo en 1/5 del precio del barril de crudo. No negociar directamente con las empresas privadas. Los privados y las transnacionales buscan contratos a corto plazo para imponer precios spot, es decir, más bajos para el gas.

4.- Vender solo gas seco, como lo hacen todos los países productores en el mundo. Las 1.034 calorías por pie cúbico que se impusieron al país en el contrato que finaliza, no se deben repetir. Bolivia debe construir una planta separadora con mayor capacidad en Río Grande para aprovechar las gasolinas que, aún hoy, se van a Brasil con el gas.

5.- Permitir el uso del gasoducto para emprendimientos nacionales (por ejemplo, para el transporte de gas destinado a la industrialización del hierro del Mutún). Se calcula que este proyecto necesita entre 6 y 8 Mmp3/d de gas. Bolivia podría consumir hasta 40 Mmp3/d de gas en otros emprendimientos como la industrialización del litio, siderurgia y agroindustria.

6. Realizar una verdadera nacionalización de los hidrocarburos. Mientras Bolivia no nacionalice, las transnacionales que hoy operan los campos seguirán presionando al Estado para exportar más gas y buscar “nuevos mercados externos”. Bolivia debe nacionalizar los megacampos Sábalo, Incahuasi/Aquío y Margarita para que sean operados por YPFB, y recuperar el mercado brasileño para nuestra estatal petrolera.

7. Luego de nacionalizar, utilizar la energía del gas como factor de producción en la economía nacional y el excedente como factor de negociación con Brasil con el propósito de obtener mercados para productos industrializados del país, en la perspectiva de salir del modelo primario exportador.

Esto mismo proponía Marcelo Quiroga Santa Cruz al oponerse a la venta de gas a Brasil por la dictadura, hace más de cuatro décadas.

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