miércoles, 20 de febrero de 2008

Bolivia perdió la “era del gas” por la política

Se trata de análisis realizados por la fundación Milenio.
La elevada politización a partir del año 2002, la constante agitación social y la crisis de gobernabilidad –desde el 2003–, frenaron los flujos de inversión extranjera y, en consecuencia, estancaron a un sector vital para la economía nacional, así como la otrora enorme capacidad productiva que se generaba, ha transitado a un escenario en el que la demanda interna y externa es mayor a la producción
Se ha dejado de exportar a Cuiabá y no se está cumpliendo con el nivel de exportaciones a la Argentina y Bolivia dejó de ser un proveedor seguro de gas al exterior y los países vecinos, que eran potenciales demandantes del gas boliviano, que hoy desconfían de la capacidad de producción.
Se apunta a que las inversiones y el consiguiente alza en la producción “se ha diluido en los laberintos del discurso político, la acción de los denominados movimientos sociales, el cambio en la legislación petrolera y la desconfianza de nuestros vecinos”.
Los conceptos están vertidos en el Análisis de Coyuntura No. 7, correspondiente a diciembre del 2007, de la Fundación Milenio bajo el título “Del gas sus disgreciones”, escrito por el analista Carlos López, que será presentado en breve.
Allí se da cuenta que Bolivia, en las 6 décadas desde la creación de YPFB en 1936, nunca había presenciado niveles de inversión en su industria petrolera dignos de mención, y sus reservas de gas nunca habían pasado de los 6 TCFs.
Al ser un país primordialmente gasífero, el desarrollo de su industria petrolera había seguido y, por lo tanto, había estado históricamente limitado a las necesidades del mercado interno y por la falta de mercados de destino para el gas natural. De pronto, en 1996, se había suscrito el contrato de exportación con Brasil y, para sustentarlo, se habían introducido condiciones atractivas para la inversión en el sector que permitieran incrementar las reservas hasta, ojalá, el nivel necesario para respaldar el nuevo contrato.
En esa evaluación, López da cuenta que entre 1996, año de promulgación de la Ley de Hidrocarburos 1.689, y 2002 Bolivia logró atraer más de 2.400 millones de dólares de inversión extranjera en exploración y producción.
“Pasando de un total acumulado en los seis años anteriores de 669.6 millones, a un total acumulado en los siguientes seis de 3.048,5 millones. Sus reservas probadas (P1) y probables (P2) pasaron de 5.8 TCF y 6.6 TCF oficialmente certificadas en 1996 y 1997 respectivamente, a 54.9 TCF’s en 2002. En los seis años entre 1996 y 2002, las exportaciones de gas natural se duplicaron de 5.6 millones de metros cúbicos por día (MMmcd) y 94.2 millones de dólares a 13.4 MMmcd y 206 millones de dólares”, afirma López.
En ese contexto, agrega que “gracias a una capacidad de producción en rápida expansión, gracias al contrato de exportación suscrito en 1996 con Brasil y a la construcción del gasoducto Bolivia–Brasil, y gracias a un incremento sostenido del precio del petróleo al que las exportaciones se encuentran indirectamente indexadas, éstas se duplicarían nuevamente hasta 2006, a 30.3 MMmcd y a 1.518 millones de dólares”.
Era perdida
“Claramente, la ‘era del gas boliviano’ y los prospectos del sector en Bolivia eran brillantes; tanto así que se pensó que era lógico que –como lo había hecho Trinidad Tobago solo unos años antes con tanto éxito–, Bolivia explorara activamente la posibilidad de exportar gas natural liquido (LNG, por su sigla en inglés) a los mercados de Norteamérica y que se empezara a pensar en duplicar la capacidad del ducto de 30 MMmcd hacia el Brasil”, observa López.
Sin embargo, acusa a “la falta de capacidad de propuesta, el discurso político a partir de la campaña electoral de 2002 (que) evolucionó hacia el uso del gas como elemento proselitista, y posiblemente como único elemento aglutinador de opinión y de apoyo electoral en esa etapa política en el país”.
“El discurso tomó gradualmente un contenido cada vez más emotivo y nacionalista y se convirtió en el principal, si no en el único tema de debate publico, político y económico. Se constituyó en instrumento neurálgico e imprescindible de la ‘guerra del gas’ en 2003 que llevó al referéndum de corte plebiscitario de julio de 2004 durante la gestión de Carlos Mesa y a una nueva ley de hidrocarburos en 2005; fue elemento central de la campaña electoral que llevó a las elecciones de diciembre de 2005 y, finalmente, del programa de gobierno del Movimiento al Socialismo y de la nacionalización de los hidrocarburos en mayo de 2006”, escribe López.
Pérdidas
“En consecuencia, la soñada ‘era del gas’, se ha diluido en los laberintos del discurso político, la acción de los denominados movimientos sociales, el cambio en la legislación petrolera y la desconfianza de nuestros vecinos. Las inversiones fluyen hacia el Perú y Brasil, no solamente debido a la crisis de gobernabilidad, sino también por la ausencia de competitividad del sistema tributario nacional”, afirma por su parte Mario Napoleón Pacheco, director de Milenio, a tiempo de dejar sentada la pregunta: “¿Cómo se ha llegado a esta situación?”.
Él mismo responde: “El autor examina el proceso de cambio en el sector petrolero. Las reformas introducidas en este sector permitieron la realización de una masiva inversión extranjera, nunca antes registrada en la historia económica de Bolivia, el descubrimiento de importantes reservas de gas natural y el comienzo de las exportaciones al Brasil al poco tiempo de terminar el contrato de exportación a la Argentina”
La extensa investigación realizada por Carlos Alberto López será puesta a consideración en sucesivas entregas, ya que se constituye en un aporte fundamental a la crítica de la gestión en hidrocarburos, con particular énfasis a partir del año 2006.

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