La campaña china para cambiar en millones de hogares la calefacción de carbón por otra menos contaminante y la ayuda del viento ha propiciado en Pekín cielos inusualmente azules, pero ha generado una crisis energética nacional que amenaza con afectar al mercado mundial de gas.
Los niveles de partículas contaminantes en Pekín fueron en noviembre un 54 % menores que en el mismo mes de 2016, y la tónica general fueron los cielos despejados, pese a que lo normal es que a partir del día 15 de ese mes, la fecha en la que oficialmente se encienden las calefacciones, el gris domine.
Los cielos azules han sido elogiados por los pequineses, a menudo resignados a la mascarilla invernal, aunque se ha pagado un alto precio en pueblos y ciudades que pasaron muchos días sin calefacción pese a sufrir las temperaturas bajo cero.
La causa fue una inadecuada conclusión del programa nacional chino de lucha contra la polución, por el que entre 2013 y 2017 hasta 5,5 millones de familias del norte chino dejaron de usar carbón para utilizar sistemas alimentados por gas natural o electricidad, menos contaminantes.
En este invierno terminaba la campaña, los líderes locales estaban obligados a cumplirla si no querían ser expedientados, y algunos han intentado cumplir sus cuotas locales a última hora, rápido y mal, lo que trajo falta de suministro de gas y muchos hogares sin calefacción.
“En mi casa sólo podíamos usar el gas un día sí y otro no, e incluso los días en que estábamos autorizados sólo se permitía encender la calefacción unas horas por la noche”, contó Lu Yanfeng, profesora de 33 años cuya familia en el pequeño pueblo de Dacheng ha sufrido más que nunca los rigores invernales.
Según Lu, la falta de calefacción incluso ha traído discordia a sus parientes: “Mi abuela se creía que la falta de calefacción era culpa de mi madre que no quería encenderla por ahorrar dinero”.
En su opinión, las autoridades locales han mostrado una falta de planificación que retrotrae a los tiempos del “Gran Salto Adelante”, en el que líderes de toda China, por cumplir a toda prisa las cuotas de fabricación de acero, dejaron los campos sin labrar, lo que acabó contribuyendo a una hambruna con millones de muertos.
De los 5,5 millones de familias que cambiaron sus sistemas de calefacción, 4 lo han hecho este invierno, lo que muestra las prisas por aplicar el programa nacional.
La política de gasificación no sólo ha tenido efectos entre los habitantes del norte de China sino también en el mercado mundial del gas natural, donde hubo un inesperado aumento de la demanda del 40 % en las importaciones por parte del gigante asiático este año.
Los precios del gas exportado, según los analistas, casi se han doblado este año, hasta superar el umbral de los 10 dólares por BTU, precisamente cuando se preveía una reducción de la demanda global y un descenso de precios.
Según escribe el experto de la organización Greenpeace Lauri Myllyvirta, “una dependencia en las órdenes gubernamentales en lugar de en los incentivos económicos, y la elección del gas a expensas de otras opciones más limpias de calefacción, como la geotérmica (...), han contribuido al problema”.
Las autoridades chinas reconocieron que unas 426.000 familias de una treintena de localidades han sufrido problemas de suministro de gas este invierno, lo que ha obligado en algunos lugares a permitir momentáneamente el uso otra vez de carbón en las calefacciones.
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