domingo, 17 de junio de 2012

Gas: El proyecto que no fue

UN ANÁLISIS URGENTE | DE UN ASUNTO PRIMORDIAL PARA EL PAÍS.

Como pocas veces en su historia, entre los años 2001 y 2002 Bolivia pudo estar a un paso de poner pie firme en el Pacífico a través de un polo gasífero en Puerto Patillos, cerca de Iquique, norte de Chile. El proyecto estaba avanzado pero fue enviado al congelador porque parecía obvio que no obtendría aprobación legislativa y, peor, Gonzalo Sánchez de Lozada, que acababa de ganar las elecciones presidenciales, no parecía convencido de la importancia de suscribirlo cuanto antes. El termómetro del debate ascendía rumbo al rojo y, comenzando por el gobierno entrante, no tenía mayores adeptos la idea de que un asunto de la magnitud que para Bolivia representaba el proyecto llegase al capítulo final a cargo de Jorge Quiroga, cabeza del gobierno que se iba.

Después sobrevino el huracán que sepultó a gobiernos, y la riada social y política que cubrió al país, arrastró también al proyecto.

La revelación surge en un extenso testimonio del ex canciller Gustavo Fernández, uno de los articuladores principales de la resolución que en 1979 emitió la Organización de Estados Americanos (OEA), hasta ahora vista como el mayor apoyo multilateral otorgado a Bolivia en su perenne reclamo a Chile por un acceso directo y soberano al océano Pacífico. En estos días, el gobierno del presidente Morales está empeñado en lograr una hazaña equivalente, tal vez sin percibir, por ingenuidad o desconocimiento del mundo real, que al cabo de más de tres décadas el panorama es muy distinto y que los deslices diplomáticos pueden pasarle factura.



EL OBSTÁCULO

No es frecuente que la marcha de proyectos de envergadura como el que representaba el complejo gasífero en Puerto Patillos se detenga por un cambio de gobierno. Sería como si Harry Truman en Estados Unidos hubiese puesto la guerra contra Japón en suspenso porque era inquilino nuevo en la Casa Blanca y necesitaba de tiempo para meditar sobre la conflagración. El cambio de figuras en el Palacio Quemado, sin embargo, fue uno de los factores que influyeron en el hundimiento del proyecto.

En la gestión para llevarlo a cabo estaba comprometida casi la totalidad de las energías de la cancillería boliviana. Apuntalado en el descubrimiento de ricos depósitos de gas natural, había empezado a gestarse durante el gobierno del fallecido general Hugo Bánzer (1999-2001) para proseguir a toda máquina bajo el del sucesor, Jorge Quiroga Ramírez.

Eran los tiempos del gas como energía emergente para el mundo, necesitado de resguardarse de combustibles sucios y cuando Bolivia creía que era el ombligo del gas sudamericano.



“YO LES PEDÍ...”

Muchos de estos detalles emergen de las más de dos horas de deposición que hizo el ex canciller en un portal histórico de reciente creación: TVETK.com, una nueva iniciativa que lleva el sello del Instituto Prisma, el grupo informativo hospedado principalmente en Internet. Al anunciar su aparición en el universo cibernético, el Instituto Prisma puso a disposición de su audiencia las deposiciones de una docena de personas. (Figuro entre ellas, pero mi curiosidad reporteril por hechos ocurridos durante parte de los años que viví fuera de Bolivia, me llevó a concluir que el testimonio de Fernández era un hecho noticioso ineludible y que registrarlo y ampliarlo era importante.)

Fernández cuenta que en una reunión con Sánchez de Lozada, consolidada su victoria en las elecciones presidenciales y cerca de la transmisión del mando presidencial, el jefe de campaña del entonces presidente electo y luego su ministro de gobierno, Carlos Sánchez Berzaín, le preguntó airado por qué el proyecto no había sido concluido por el gobierno que acababa su mandato.

El ex canciller anota en su deposición que el presidente entrante calmó a su subordinado diciéndole: “Yo les pedí que no (lo hicieran)”.

Fernández también subraya que el gobierno saliente era consciente de que no tenía una presencia mayoritaria en el Congreso y que ni Sánchez de Lozada ni Jaime Paz ni Reyes Villa querían que “Tuto” Quiroga rubricase el acuerdo. En esas condiciones, resultaba suicida someter a la consideración del Congreso un proyecto de proyección histórica. Posteriormente, en un intercambio de mensajes electrónicos, Fernández me explicó que nunca hubo un pedido formal de “Goni” ni a él ni al presidente Quiroga para no cerrar el acuerdo con Chile.

“Pero era claro que sus parlamentarios no aprobarían ese acuerdo. Preferirían hacerlo ellos, en el nuevo gobierno que estaba a dos o tres meses de instalarse”.



LA CUERDA FLOJA

En esos meses los dados geopolíticos empezaron a rodar rápidamente y colocaron a Bolivia en un delicado equilibrio sobre una cuerda floja de la que debía dar un triple salto sin que aparentemente existiera una red de protección.

Cundía la incertidumbre de no saber si el paso que se daría iba a colocarla al frente de su hermano siamés y al lado del vencedor de la Guerra del Pacífico o si, al final, tendría a los dos en su contra sin haber conseguido nada. Visto en retrospectiva, el resultado parece más próximo a la última hipótesis.

Una década después, esa encrucijada histórica todavía no es muy clara.

“Nunca pude saber a ciencia cierta quién se achicó y no se atrevió a cerrar la operación, pues ya estaba definida en lo substancial”, me dijo en Santa Cruz Fernando Messmer, Cónsul General de Bolivia en Santiago en la época del proyecto.

“Lo cierto es que “Tuto”, con todo lo substancial ya resuelto, buscó el respaldo del entonces candidato Goni y la mezquindad política de éste pudo más, pues sostuvo que una decisión tan trascendental para el país no podía tomarla un presidente que estaba de salida”. No hubo manera inmediata de lograr un comentario del ahora ex presidente sobre este punto.



EL PROYECTO

El proyecto ofrecía un abanico de posibilidades que favorecían la ruptura del encierro geográfico boliviano. Un estudio elaborado por Messmer lo describía así:

Una inversión de siquiera 6.500 millones de dólares en la producción de gas ($us. 1.400 millones), un gasoducto hasta la costa del Pacífico (unos 800 kilómetros de longitud y una inversión de otros $us. 1.400 millones) para transportar unos 36 millones de metros cúbicos por día, equivalentes a toda la exportación actual a Brasil y el consumo nacional; una planta de licuefacción (inversión: $us. 2.000 millones); una flota de tanqueros (seis a ocho, con una inversión entre $us. 920 millones y $us. 1.320 millones), y una planta de regasificación a un costo de $us. 700 millones. Era una inversión de escala mayor en cualquier país.

El ex cónsul Messmer decía que el Proyecto Pacific LNG iba a ser impulsado por un consorcio entre British Gas (37,5%), Pan American Energy LLC (25%) y Repsol-YPF (37,5%). Iba a exportar gas boliviano a México y, de allí, al estado de California, Estados Unidos.

El proyecto abriría la posibilidad de otros para aumentar valor agregado al gas natural, destacaba el trabajo de Messmer: transformar el gas a líquidos, instalación de termoeléctricas, plantas petroquímicas y una industria de fertilizantes que diversificarían el uso del puerto con gas boliviano.



¿PERÚ O BOLIVIA?

Las perspectivas gasíferas del centro sudamericano habían adquirido un notable dinamismo. No era solamente Bolivia el país con yacimientos de escala mayor. También Perú se había posicionado como un área atractiva tras los descubrimientos del campo de Camisea. No ofrecían las perspectivas de Margarita pero eran suficientemente grandes para competir con los planes industriales de Bolivia.

“La disputa era quién llegaba primero a Estados Unidos (costa oeste). ¿Perú o Bolivia?”, recuerda Fernández en su testimonio.

Tras los hallazgos que parecían elevar en vertical las reservas gasíferas bolivianas, empezaba una competencia entre Chile y Perú para alojar el complejo industrial. Perú ya tenía sobre la mesa la carta de Ilo, el puerto libre concedido a Bolivia años atrás.

Chile ofreció en Puerto Patillos, a 56 kilómetros al sur de Iquique, un área de 600 hectáreas (habría subido posteriormente a 1.000 hectáreas), con supremacía territorial para Bolivia (en esa zona se aplicarían normas legales y mercantiles bolivianas).

Llevar el gas hasta la costa peruana habría costado unos $us. 700 millones adicionales, por el mayor recorrido del ducto.



DISPUESTO A TODO

Perú, presidido por Alejandro Toledo, lanzaría a la mesa de apuestas una mega carta: en una visita oficial a Bolivia, del 24 al 26 de enero de 2002, ofreció levantar el veto de Perú establecido en el tratado de límites con Chile en 1929.

“Perú estaba decidido a hacer cualquier cosa”, subraya Fernández.

El Diario (http://www.eldiario.net/noticias/2002/2002_01/nt020126/2_00plt.html) citó una declaración de Toledo en el programa “El Hombre Invisible”, del periodista Eduardo Pérez Iribarne, en Radio Fides: “Ha llegado el momento de la integración en América Latina y (de) dejar atrás rencillas inservibles. Si algo tenemos que hacer para integrarnos y dar accesibilidad a los puertos, a los mares, a nuestros hermanos, lo haremos", dijo el mandatario.

Remató con una frase que alborozó a los bolivianos: “Nada está cerrado. No hay ningún candado que no tenga llave. Yo, como presidente, estoy seguro que el pueblo peruano está dispuesto a buscar cualquier alternativa” (a favor de Bolivia).

El tratado chileno-peruano siempre ha sido visto en Bolivia como un candado que le cierra el acceso directo y soberano al Pacífico y cuya llave la tiene Perú.

No pasarían muchas horas antes que la cancillería peruana redujese las expectativas por la declaración presidencial, pues no era común que la frase de un presidente en un programa radial cambiase la política exterior con Chile que llevaba tres cuartos de siglo.

Pero su efecto fue mayúsculo sobre el movimiento de opinión, al que no fue extraña la participación de la diplomacia peruana, adverso a llevar gas boliviano por territorio chileno. En retrospectiva, gran parte de lo que ocurrió después habría prendido sus principales raíces durante esos días. Bolivia, sin embargo, tuvo en la declaración una palanca para conseguir que Chile mejorase su oferta, cuyo puntal era el costo menor frente a Ilo, pero dos de cuyas aristas podían ser suavizadas: el tiempo durante el cual Chile otorgaría la “Zona Económica Especial” y su extensión (llegar a los 99 años y a las 1.000 hectáreas).

“La de Chile era la opción más clara. La de Perú nunca fue una opción seria”, me dijo el ex cónsul Messmer.

Las dimensiones geopolíticas del proyecto habrían sido mejor comprendidas en Perú y Chile, cuyas diplomacias parecían percibir que a donde fuese a ser alojado el proyecto, a ese lado se inclinaría el peso geopolítico del Pacífico sur de Sudamérica.



AL CONGELADOR

Pero los tiempos para hacer efectivo el proyecto se habían acabado y el gobierno de Jorge Quiroga no tenía condiciones de llevarlo a su conclusión. Decidió dejarlo en manos de la administración que llegaba, relata Fernández.

El resto de la historia está vívido en la memoria reciente del país: la caída del gobierno de Sánchez de Lozada, la del de Carlos Mesa y el advenimiento de uno de quienes encabezaba la oposición a la opción de llevar gas boliviano por Chile: el actual presidente Morales.

A su alrededor, sin embargo, han quedado los fundamentos que le dieron origen y que Fernández los expone en sus memorias virtuales.



EL FACTOR SANTA CRUZ

El crecimiento económico y demográfico del oriente boliviano, capitaneado por Santa Cruz, estaba entonces rompiendo el equilibrio con el occidente del país. Si el ritmo manifiesto desde el último cuarto del siglo anterior persistía, el predominio económico oriental sería definitivo en poco tiempo, al igual que la inclinación de la balanza geopolítica interna hacia Brasil. La Paz perdería su gravitación sobre el Pacífico y la dependencia de Bolivia respecto de Brasil sería de una magnitud que “afectaría de raíz la unidad del estado boliviano”.

A los puertos que Bolivia utiliza en el Pacífico se ha sumado ahora, dice Fernández, otro en rápido crecimiento: Puerto Aguirre, por el que salen las exportaciones agrícolas hacia Brasil. Por ese puerto pasa ahora entre el 36 y 37% de las exportaciones bolivianas, mientras que por todos los del Pacífico combinados pasa el 40%. La tendencia no es pasajera.

Un consuelo amargo para el fracaso del proyecto de la “Zona Económica Especial” es que las reservas de gas natural no son más de la magnitud que se creyó, pues apenas cubren los compromisos de exportación y del consumo interno y anulan las posibilidades del otro proyecto gigante: el de Mutún. De paso, convierten otra vez en quimera los planes para grandes industrias petroquímicas en Bolivia.

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